
IN EXTENSO/CULTURA (Por: Gerardo Ichuta I.).-En la vida del hombre andino, la adquisición o llegada de bienes materiales o de ganado nunca pasa en la intrascendencia. se festeja la culminación de la construcción de las casas, la compra de un coche y por su puesto todos aquellos bienes que nos proporcionan bienestar, son agasajados en tiempos de la Anata que coincide con los carnavales. Pero el desear bienes o tratar de resguardarlos se materializa en obtención de illas o amuletos de la buena suerte.
Aquellos patrimonios familiares arcaicos
Las khonopas eran pequeñas piedras de colores y jaspes singulares con forma cuadrangular o esquinadas que los aymaras y quechuas recogían en sus travesías y guardaban con celo. A estas piedras las tenían como objeto de culto en cada hogar. Este culto se lo hacía al iniciar un proyecto o emprender una actividad. El culto solía ser un acto privado, íntimo y familiar. El hijo mayor heredaba las khonopas familiares, no pudiendo repartirlas entre los demás miembros de la familia, conservándose así por generaciones.

Buscando representaciones de lo que se anhela
Desde tiempos precolombinos fueron representado, en pequeña escala, generalmente camélidos en metales preciosos o en cerámica y fueron parte de las ofrendas a las deidades andinas.
De piedra de Berenguela, un material parecido al mármol y de color ambarino, fueron elaboradas illas relativamente antiguas. Eran representaciones de casas en miniatura con corrales abarrotados de ganado auquénido. La facilidad de poder trabajarla, incluso con el uso de cuchillos, hizo que sea el preferido para fabricar amuletos como los warmimunachas o amuletos del amor que los kallahuayas o médicos itinerantes, se encargaron de popularizar. Llevaron diferentes illas por todas las feria y fiestas patronales de la región andina. Una vez obtenida la illa, la gente la llevaba a bendecir en los cerros denominados calvarios.

Un día específico de las fiestas se llamaba día del calvario. Dicho día se festejaba la compra de las miniaturas, reflejo del bien anhelado, haciendo de cuenta, dando por hecho que el bien real ya se había conseguido. Un terreno, una casa, un camión, abundante ganado, maquinaria o un negocio.
Alasitas tiempo de las illas
La tradición oral relata que Sebastián Segurola como autoridad máxima de la ciudad de La Paz, hacia el año 1789 instauró la fiesta de las Alasitas después de culminar el cerco que Túpac Katari comandó y que puso en vilo a los paceños.
La tradición señala que una india que era servidumbre de Segurola logró alimentar a toda la familia con las provisiones que portaba un ekheko (dios de la abundancia) que tenía en su habitación.

La construcción del imaginario andino actual indica que diciembre es tiempo de las illas y especialmente el 21 de diciembre que es el solsticio de verano y que antiguamente esa era la fecha de las Alasitas y que Segurola trasladó al 24 de enero.
Lo cierto es que la fecha del 24 de enero corresponde a la Virgen de La Paz en el santoral católico y bajo cuya advocación se fundó la ciudad de Nuestra Señora de La Paz de Chuquiabo; lo que equivale a decir que la fiesta grande o fiesta patronal de los paceños fue en esta fecha, aunque hoy no se celebre con la pompa correspondiente.
La memoria oral también señala que antiguamente las miniaturas se adquirían intercambiándolas por botones. Este hecho tiene una sencilla explicación, ya que antes de la aparición del plástico, los botones estaban elaborados en bronce y níquel, materiales que no producirán el típico sarro del hierro. Dichos botones eran arrancados de ropas viejas y una vez intercambiados eran comercializados ya que eran costosos por su fabricación y por el material; una vez pulidos servían para ser parte de nuevos ropajes.

A pesar de que este tipo de tradiciones hayan desparecido de la fiesta grande de los paceños, las Alasitas como feria fue institucionalizándose a lo largo de los años. De ser un comercio desorganizado pasó a ser una feria y exposición de miniaturas en la plaza principal de La Paz, hace ya casi un siglo y hoy congrega centenares de artesanos de diversos rubros que ubican sus stands en el Parque Urbano Central y es una feria que dura varias semanas.

La gama de miniaturas con el tiempo fue diversificándose y también siguió el ritmo de la modernidad. Desde artesanías sencillas, hasta obras de arte en miniatura. Además, a todo esto, se incluye la gastronomía típica de La Paz y entretenimiento. Vale la pena visitar esta singular feria. LA PAZ/CAMINANTE-cultura/ panbolnoticias.com (gerard.ichu@gmail.com).



