La Paz/IN EXTENSO.- En la plaza de San Roque, un pequeño monumento recuerda a un perro mestizo que se convirtió en leyenda, su nombre Petardo, suena a explosiones, a ruido, a agitación, detrás de ese nombre hubo un ser lleno de ternura, lealtad y valentía, que acompañó al pueblo potosino en uno de sus momentos más intensos.

Petardo llegó a La Paz junto a las marchas que recorrieron los más de 530 kilómetros de distancia desde Potosí. Era un perro callejero, de mirada curiosa y corazón valiente. Durante más de un mes, recorrió las calles junto a los manifestantes, atrapando gases lacrimógenos con su hocico y alejándolos de quienes defendían sus derechos.
Cada explosión de los petardos lo hacía brincar y jugar, pero nunca retrocedía. Fue allí donde se ganó su fama: “¡Queremos ver a Petardo, queremos ver al perro!”, gritaban los marchistas, y Petardo respondía con alegría, como un héroe silencioso que hablaba con acciones y no con palabras.
Tras las protestas, los cívicos regresaron a Potosí con él y otro perro parecido, también llamado Petardo que murió en noviembre de 2024. Para diferenciarlo y respetar su personalidad, Alba Ximena Quispe, presidenta de la Asociación Protectora de Animales de Potosí, lo llamó Petitas. Allí empezó una nueva vida: cuidados constantes, alimentación especial y mucho cariño.
“Durante los 10 años que estuvo con nosotros, solo se enfermó en dos ocasiones”, recuerda Quispe. Su rutina estaba marcada por visitas al veterinario y la vigilancia constante sobre su dieta, porque su pasado en las calles le había enseñado a buscar alimento en cualquier lugar.
Petitas, como llama Quispe a Petardo, fue un perro tranquilo, juguetón y cariñoso. Se llevaba bien con todos los animales de la casa y con las personas que se acercaban. Nunca ladraba por maldad ni miedo; su afecto era genuino, silencioso, profundo. Cada gesto suyo recordaba la importancia de rescatar, cuidar y amar a los animales que, como él, habían nacido en la calle y solo necesitaban una oportunidad para demostrar su nobleza.
El destino, sin embargo, no pudo prolongar su vida más allá de los 14 años. Tumores en la boca, una cirugía y un tratamiento que parecía funcionar, terminaron por arrebatarle la existencia.

Su muerte, fue un golpe silencioso pero sentido: vecinos, amigos y seguidores en redes sociales compartieron recuerdos, fotos y mensajes de cariño. Petitas (Petardo), como su hermano de hazañas, dejó un legado que va más allá de la memoria de quienes lo conocieron: enseñó que la lealtad y el amor pueden ser más grandes que cualquier política, manifestación o conflicto.
Hoy, Petardo viven en los recuerdos y en los símbolos de Potosí. La estatua en San Roque y los cuadros que los retratan son testigos de una historia donde un perro mestizo se convirtió en un héroe, no por sus hazañas bélicas, sino por su capacidad de acompañar, proteger y amar incondicionalmente. Su valentía fue silenciosa, sus juegos fueron alegres y su vida fue un mensaje: los héroes pueden tener cuatro patas, un hocico húmedo y un corazón lleno de ternura.
En Potosí, Petardo no se olvida. No es solo un perro; es el reflejo de la fidelidad, la alegría y la esperanza que un animal puede sembrar en los corazones de quienes lo cruzan. Y aunque haya partido, su espíritu sigue brincando entre los manifestantes, ladrando junto a los petardos, recordándonos que incluso en tiempos difíciles, siempre habrá un compañero leal que camine a nuestro lado. ¡BICENTENARIO DE LA REPUBLICA DE BOLIVIA! amun
Ahora nos puedes seguir en Facebook como PAN Bolivia y en la Web; panbolnoticias.com

